Sabemos que el cansancio provoca efectos inmediatos en el comportamiento y la actitud de los niños, pero el cansancio también afecta a los adultos. Algunas personas lo notan porque se siente más impacientes, más pesimistas o más vulnerables emocionalmente.
Qué nos agota más: ¿el cansancio físico o el mental?
En general, sabemos cómo recuperarnos del cansancio físico. En principio, sería suficiente con descansar, dormir las horas que necesitamos, disminuir nuestro ritmo de actividad…
Pero es más difícil encontrar la salida al cansancio mental, cuyos efectos pueden ser devastadores. Con frecuencia se resienten nuestros procesos de aprendizaje, atención, concentración, memoria… Pero también son notables las consecuencias que acarrea a nivel emocional: pesimismo, negativismo, impulsividad, irritabilidad…
En casos extremos, el cansancio puede llevarnos a estados de ánimo muy bajos, donde aparece la apatía, la tristeza profunda y la desesperanza. Nuestra mente confunde preocupación con emergencia y nos provoca un agotamiento atroz.
¿Existe un cansancio específico que va unido a la rutina y al aburrimiento?
Sí, es un cansancio potenciado por la rutina, por la de ausencia novedades, de expectativas, por la repetición, la monotonía… Y es que pocas situaciones producen tanto cansancio como la desesperanza, la falta de horizontes y la negatividad.
Hay personas que se confunden y buscan constantemente algún tipo de novedad, inquietud, ilusiones…; buscan motivaciones extras que les ayuden a sentirse mejor, con más vida y más alegría. Puede ser un tema delicado, pues estas personas con frecuencia se sienten insatisfechas, y al poco tiempo de estar en un trabajo, o de tener una relación, intentan provocar cambios que contrarresten el cansancio o el aburrimiento que experimentan. No son conscientes de que el vacío viene por su falta de profundidad interior, por su falta de madurez y buscan fuera lo que solo pueden encontrar dentro de cada persona.
¿Hay cansancios fisiológicos?
Por supuesto que sí. Ahora mismo estamos en primavera y, al igual que nos ocurre en otoño, en general tenemos las defensas más bajas y somos más vulnerables al cansancio. Por ello, en estas épocas del año, al contrario de lo que nos pide nuestro cuerpo, a nivel físico conviene que hagamos más ejercicio.
También hay cansancios que obedecen a respuestas claramente fisiológicas. En el caso de las mujeres es muy típico el cansancio producido por la premenstruación, menstruación u ovulación.
Muchos estudiantes se sienten muy cansados en etapas de exámenes, a veces por lo que estudian y otras por la tensión que experimentan.
Por otro lado, pocos cansancios son tan difíciles de combatir como los provocados por el estrés y la ansiedad.
Consecuencias de los malos hábitos en nuestro estilo de vida.
Los pilares básicos para nuestra buena salud física y emocional son: descanso reparador, alimentación saludable, ejercicio físico adecuado y bienestar emocional.
El estilo de vida cada vez más sedentario puede provocarnos un cansancio infinito: el exceso de tiempo que pasamos ante las pantallas, las pocas horas que dedicamos al sueño, el consumo de alimentos precocinados, la carencia en nuestra dieta de frutas, hortalizas y verduras, la falta de ejercicio al aire libre…
Pero el peor cansancio es el provocado por un estado emocional vulnerable, por un malestar interior profundo, por la soledad impuesta, por la ausencia de relaciones sociales satisfactorias…; ese cansancio es difícil de combatir, pues implica un cambio importante en nuestro estilo de vida y en la forma de relacionarnos internamente y con nuestro exterior.