Seminaristas de la Diócesis de Pamplona y Tudela han sido recibidos en audiencia este sábado por el Papa Francisco, al que le han entregado un pañuelo personalizado y una imagen de San Fermín.
En el encuentro, en el que también han sido recibidos seminaristas de San Sebastián y Redemptoris Mater y en el que también ha estado presente el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Florencio Roselló, el Papa ha dicho a los asistentes que "el seminario no es una cárcel, es un lugar donde aprender que un sacerdote es un hombre, un ser humano que quiere redimir" porque "un sacerdote no puede ser otra cosa que una imagen viva de Jesús, el Redentor con mayúsculas".
Así, ha destacado que "debemos descender" a las "cárceles gubernativas" a "ofrecer a quienes están en ellas el aceite del consuelo y el vino de la esperanza, pero también a todas aquellas prisiones que encarcelan a hombres y mujeres de nuestra sociedad: las prisiones ideológicas, las morales, las que crean la explotación, el desaliento, la ignorancia y el olvido de Dios".
El Papa Francisco ha insistido en esta idea: "por favor vayan a las cárceles, vayan, comprométanse". "Desde que soy obispo, el jueves santo, el lavatorio de los pies lo hago en una cárcel. Ellos son los que más necesitan que les lavemos los pies, como diciéndoles: 'mirá, yo te lavo los pies porque yo soy peor que vos, pero yo tuve la suerte de que no me agarraron'", ha comentado.
Ha recordado que en uno de estos lavatorios de pies en una cárcel de mujeres, una interna la confesó que había matado a su hijo. "Los dramas internos en la conciencia de los que viven en una cárcel. Cuando sean curas, vayan a las cárceles, es una prioridad. Y todos nosotros podemos decir eso que yo siento: ¿Por qué ellos y no yo?", ha expresado.
Por otro lado, Francisco ha recordado a los seminaristas el envagelio de San Lucas en el que "nos habla de docilidad al Espíritu, de hacer desierto para encontrar a Dios, vaciándonos de tantas cosas que llevamos como lastres. Nos anima a no tener miedo a enfrentarnos con la tentación de un ministerio idolátrico donde estemos en el centro, buscando el poder material o el aplauso".
Les ha instado a no olvidar "que son hijos del pueblo" y que "en nuestro apostolado no podemos hacer distinción de personas por más que sean extranjeros o incluso enemigos, porque para Dios todos somos sus hijos. Cuando miremos al hermano reconozcamos en él su disposición a recibir la gracia que el Señor le ofrece".
Igualmente, les ha instado a estar "siempre listos para bendecir, para liberar" y a ser "valientes, desprendidos e incansables para llevar la misericordia divina que el Señor tan generosamente ha derramado en ustedes al elegirlos para este ministerio".