Ronald, de espíritu valiente y ambicioso, de carácter humilde y trabajador, ha visto cómo una lesión y un cambio de entrenador han transformado su condición de primer central a tercero. Y el destino se le tambalea. Llegó a ser el defensor de moda y ahora se ve como la 'víctima' de un sistema que no premia tanto el poderío físico como el rigor táctico, en el que hay que ser muy hábil sacando la pelota, muy preciso marcando la línea del 'offside' y muy listo para no 'ir a todas', o sea, dar el pasito hacia adelante en el momento adecuado y no dos zancadas poderosas hacia atrás.
Es posible que Araújo, a sus 25 años y con galones de capitán, no se vea en esas. Que necesite sentir el contacto, la carrera, el viento al espacio libre, el césped bajo los muslos en un 'tackle' que evita el gol, la ceja rota, la pierna abierta… Y entiende que Flick ha llegado con otro fútbol y otras intenciones. Según quién cuente el cuento en Barcelona, unos lo ven como la pieza fundamental (más ahora con la lesión de Íñigo Martínez durante un mes) y otros, vestido de 'bianconero'. La Juventus lo quiere. Y lo quiere ya.
En plena celebración por la Supercopa, el 'gigante' uruguayo sintió el calor de los suyos. Gavi le dio un abrazo enorme y pidió a la afición una ovación para su compañero; Lewandowski, en la vuelta de honor, le dijo «te tienes que quedar». Y él, después de cederle el brazalete de capitán a Ter Stegen, seguro que pensó en lo que «tiene» y lo que «tendrá». Con calma, bien asesorado y mirando al cielo, donde Dios sigue guiando sus pasos (es profundamente creyente), dará el siguiente paso. Todos los anteriores le convirtieron en uno de los mejores defensores del mundo.
El origen
Los primeros, en aquel barrio humilde de Mandubí, en Rivera, caminando con una docena de chavales hacia las instalaciones del Club Huracán, donde se convirtió en el líder del equipo por su disciplina, talento y condiciones (jugaba de 'diez' con el '10' en la espalda). O con los cadetes de Danubio en un torneo en Argentina, donde los dirigentes de Boca Juniors preguntaron por su fichaje y la respuesta de sus padres fue un «no»: prefirieron que creciese y terminase su formación en casa y con los suyos. O su debut de récord en el primer equipo de Huracán con solo 13 años. «En la primera jugada, a los cinco minutos, le dieron un golpe bárbaro -recordaba Danilo Poschi, su entrenador-. Y ahí dejó de ser un niño: empezó a meter codo, brazo, pierna fuerte… y se adaptó enseguida». O cuando ya con 16 años viajó a Montevideo para incorporarse a las 'ligas mayores' con Rentistas y finalmente Boston River. O cuando decidió bajar el nivel (de un Primera a un filial) para cruzar el Atlántico y firmar con el Barcelona B.
El chico que convirtió la fe y la disciplina en un motor diesel para una carrocería de 190 centímetros y 81 kilos creció como un cohete en azulgrana. Se estrenó hace seis años con el primer equipo y hace cinco con la selección absoluta, con la que suma 20 apariciones. Y en este período ha lucido ese carisma silencioso de los líderes en la sombra, dejando imágenes icónicas como sus duelos con Vinícius en la banda derecha o, hablando de clásicos, el segundo gol del 0-4 en el Bernabéu en la 21/22. Hoy, como tercer capitán del equipo, deshoja la margarita. Flick ya se ha posicionado: quiere retenerlo. Deco, por lo visto, también: la delicada situación del club hace que esos supuestos 50 millones más 20 en variables sean un caramelo… más aún con Jonathan Tah en el horizonte. Semanas clave para el muchacho que aprendió a defender por el bien del fútbol.