Jimmy Carter, fallecido el pasado domingo a los 100 años después de estar meses varios meses en cuidados paliativos, no completó más que un mandato en la Casa Blanca (1977-1981). Pero ese tiempo fue suficiente para ser recordado como el hombre que lideró algunos hitos históricos, como también destacó su labor posterior en defensa de los derechos humanos. Por eso, mandatarios de todo el mundo despidieron ayer al 39 presidente de Estados Unidos, destacando su compromiso por la paz y la democracia y su trabajo por fortalecer los lazos internacionales.
Uno de los primeros en reaccionar fue el actual inquilino del Despacho Oval, Joe Biden, quien lamentó la muerte de «un querido amigo». «Jimmy Carter es un modelo de lo que significa vivir una vida con significado y propósito», señaló, incidiendo en que está mal verlo como un reflejo de «una era pasada». «Todos haríamos bien en ser un poco más como Jimmy Carter», abundó en un breve mensaje televisado en el que anunció que el funeral de Estado tendrá lugar el próximo 9 de enero en Washington.
El demócrata proclamó esa fecha como Día Nacional de Luto en todo EEUU e invitó a los ciudadanos a rendirle homenaje. Asimismo, ordenó que la bandera del país norteamericano se exhiba a media asta en la Casa Blanca y en todos los edificios y terrenos públicos.
Las honras fúnebres tendrán lugar 11 días antes de que Biden ceda el testigo al presidente electo, Donald Trump, quien también puso en valor los esfuerzos de Carter por mejorar la vida en «la nación más grande de la historia». «Aunque yo estaba en total desacuerdo con él filosófica y políticamente, también me di cuenta de que él verdaderamente amaba y respetaba a nuestro país y todo lo que representa», señaló el republicano.
Las reacciones a la muerte del exdirigente y Nobel de la Paz no pararon de sucederse durante la jornada por todo el planeta. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, aseguró que «siempre recordarán su papel» en las negociaciones de Camp David por las que Egipto y el Estado judío firmaron la paz a finales de los 70, lo que «ofrece esperanza para las futuras generaciones» en un contexto de hostilidades en Oriente Próximo.
Y de un conflicto a otro, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, expresó también sus condolencias, al tiempo que agradeció «su apoyo inquebrantable a Ucrania frente a la agresión» rusa.
De igual manera, los líderes europeos de Francia, Alemania, España, Italia o el Reino Unido expresaron su pesar, como también lo hizo la jefa del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen. Y todos coincidieron en lo mismo: el deseo de que el «noble legado» de Carter como impulsor de la paz y la democracia perdure en el tiempo.
El legado que perdura
El expresidente demócrata, impulsor de las misiones de observación electoral en varios países, deja un legado un tanto inusual, más destacado por sus actividades fuera de la Casa Blanca que por un único mandato que llegó a su fin cuando su popularidad quedó dañada por la crisis de los rehenes en Irán.
Que precisamente una crisis internacional terminara de tumbar sus aspiraciones a la reelección contrasta con los éxitos alcanzados en este ámbito, como los mencionados Acuerdos de Camp David, los tratados sobre el Canal de Panamá o el establecimiento de relaciones diplomáticas con China.
Ya fuera de la Presidencia, Carter no tardó en comenzar una carrera como mediador mundial. Alentado por las negociaciones entre Israel y Egipto, acabó fundando en 1982 el Centro Presidencial Carter del Universidad de Emory en Atlanta, Georgia, dedicado a temas relacionados con la democracia y los derechos humanos.
Fue esa labor y sus «incansables esfuerzos para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales» los que le hicieron valedor en 2002 del prestigioso Premio Nobel de la Paz.
«No puedo negar que como expresidente soy mejor de lo que fui como presidente», llegó a reconocer hace años el propio Carter.