Todos los veranos los informativos suelen abrir alguna de sus ediciones con la misma noticia: los incendios forestales devoran bosques, praderas o campos de cultivo y arrasan miles de hectáreas a su paso, provocando la evacuación de los vecinos de los pueblos colindantes a las llamas. Esta problemática se está agudizando durante los últimos años debido, en gran medida, al calentamiento global y a los fenómenos cada vez más extremos que asolan el planeta. Por eso, ante el fuego, el único medio efectivo para hacerles frente sigue siendo el mismo: el de los Bomberos.
Estos héroes sin capa son los profesionales que se enfrentan cada día a las llamas y ponen su vida en riesgo para que la población se vea mínimamente afectada. Pero para pelear contra las llamas, estos trabajadores se preparan a conciencia en los períodos previos a la temporada de incendios, que abarca nueve meses, excluyendo a octubre, noviembre y diciembre.
El verano pasado se registraron en el territorio nacional 87 focos de gran magnitud que arrasaron 66.064 hectáreas hasta el 5 de septiembre. El mayor fue el de Tenerife, que afectó a más de 14.000. En lo que va de año, el fuego ha arrasado, por el momento 21.304 hectáreas, un 64,2 por ciento menos que en 2023.
A la hora de combatir estos siniestros forestales, las diferentes técnicas que utilizan los cuerpos de Bomberos dependen de la forma del fuego y dónde se encuentre, entre otros factores.
Lo primero que tienen en cuenta los equipos es el denominado triángulo del fuego. Para que se origine el foco, tiene que haber tres elementos presentes: el calor, el oxígeno y el combustible. En función de ellos, el fuego puede arder rápidamente con grandes llamas o disminuir y quemar lentamente. Por ello, el objetivo de los profesionales se concentra en «romper o debilitar, directa o indirectamente, uno o más lados del triángulo».
Por otra parte, existen dos conceptos usados durante los trabajos de extinción: la línea de defensa y la de control. La primera es la faja de terreno que se construye para «romper o cortar la continuidad del combustible que está en la trayectoria del incendio» mientras que la segunda se refiere al conjunto de barreras naturales y bordes extinguidores que «se utilizan para controlarlo», encerrando el fuego dentro.
En cuanto a los métodos para combatir a este fenómeno tan dañino, los Bomberos pueden optar por cuatro opciones. El mecanismo directo pasa por atacar el fuego en sus proximidades cuando está en su etapa inicial, enfriando el combustible con agua o tierra. El procedimiento indirecto establece mayor distancia con las llamas y se pone en uso cuando variables como el calor, humo o velocidad del fuego, actuando mediante la quema de vegetación existente entre la línea y el incendio.
El método contrafuego es totalmente distinto. Esta herramienta trata de crear un foco de «gran magnitud desde una barrera existente o desde una línea de defensa». El objetivo de los bomberos es que el fuego que se ha creado se dirija hacia el incendio forestal «arrastrado por las corrientes de succión que genera. Este método es contundente, pero muy arriesgado, pues si fracasa hay peligro de que se origine otro segundo incendio.
Por último, los cuerpos disponen del método paralelo. Algunos manuales lo recogen como aquel en el que se actúa sobre la línea de fuego a cierta distancia y se avanza en paralelo a esta. Esta técnica se usa para establecer una línea de control cuando el suministro de agua es insuficiente y está considerada como una combinación entre el directo y el indirecto.
La norma general es emplear el ataque directo siempre que sea posible, aunque las técnicas dependen de los condicionantes de cada zona, como la temperatura, la topografía o los combustibles forestales.
Preocupación creciente
Que los incendios forestales son una preocupación en aumento es un hecho. Según la revista Nature Ecology & Evolution, la frecuencia y magnitud de estos eventos extremos parecen haberse duplicado en los últimos 20 años y, lo que es más grave, los seis años más graves se han registrado desde 2017.
La contaminación atmosférica asociada a estos desastres ha causado miles de muertes adicionales en todo el mundo, especialmente en las zonas más afectadas. Después de muchos estudios, un grupo de investigadores de la Universidad de Tasmania concluyó que los incendios más dañinos en los últimos tiempos provinieron de los bosques templados de coníferas y boreales de Norteamérica y Rusia.