La Copa de Europa, tierra de gigantes

Diego Izco (SPC)
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Descomunal duelo en el Bernabéu, una 'final anticipada' que no defraudó ] El retorno del Barça pasaba por París ] Enterrar antes de tiempo al Bayern, un error grosero

Bellingham (i) disputa un balón con John Stones. - Foto: Kiko Huesca (EFE)

¡Los que bautizaron el Madrid-City como «la final anticipada» obtuvieron un sorbo de satisfacción el pasado martes con la espectacularidad del duelo, como aquellos Nadal-Federer previos al gran Djokovic en los que se intuía que solo ellos podían soportar el ritmo de lo que estaba pasando, y si metías a un 'cualquiera' allí en la pista iba a salir escocido a pelotazos. De los muchos parámetros que describen un partidazo de época, uno es sobresaliente: lo difícil (casi imposible) que es hacerle tres goles a cualquiera de los dos equipos. El Real Madrid lleva 34 partidos consecutivos de Champions marcando algún tanto -el récord absoluto de la competición- y el Manchester City ya acumula 26 encuentros seguidos sin derrota. El abrazo final entre Ancelotti y Guardiola fue un «Pa' habernos matao» de manual: el choque entre gigantes mueve la tierra. ¿En Mánchester? Quizás no suceda lo mismo, pero el campeón va con ventaja: nueve veces empató en la ida, nueve veces pasó. Ahora bien, nadie como el Madrid, eterno novio de la Copa de Europa, para saber por dónde quebrar cualquier estadística.


El regreso

Ni el 'culé' más optimista, pues el pesimismo forma parte del escudo como la cruz de San Jordi, esperaba el 2-3 del pasado miércoles en el Parque de los Príncipes. 1999 de los 2000 que viajaron a París habrían firmado una derrota corta y honrosa para jugarse la carta de la remontada en Montjuic. El 'uno', alguien que no lleva suficiente tiempo de militancia como para haberse 'envenenado', creía que Koundé era capaz de parar a Mbappé, que Raphinha              -además de ayudar al lateral- iba a salirse, que Lewandowski (centro de las críticas) iba a cuajar un partido descomunal como delantero-boya, que iban a volver De Jong (discreto) y Pedri (mágico) y que, con todo eso, el Barça iba a ganar. Que Luis Enrique hiciera su parte con la irrupción de Asensio y un esquema incomprensible entraba en la idea retorcida de quien veía al asturiano como un 'topo' azulgrana en el PSG… que el Barcelona sobreviviera después a la tormenta y lograse transformar un 2-1 (y dos postes) en un 2-3 habla del necesario regreso de un 'gigante'. 


Agónico

En los denominados «mejores cuartos de final de la historia», se coló por la gatera un Atlético-Dortmund que supuso el segundo triunfo español de la jornada pero elevó muchas dudas al graderío: hace algún tiempo que el cuadro colchonero juega partidos de 70-75 minutos. Con 2-0 en el marcador y varias amenazas del tercero, de repente ese rival que parecía un convidado de piedra se estiró ligeramente y marcó un gol y estrelló dos balones en la madera en los últimos 15 minutos del choque. Es evidente que Simeone no sabe gestionar los nervios y las ansiedades en la banda                  (llegó a enzarzarse con el director deportivo de los alemanes), y también es posible que esa forma tan pasional de dirigir partidos contagie a los protagonistas, futbolistas que se exprimen para cumplir con un plan que termina asfixiándolos antes de tiempo. 


Los códigos

Si el Arsenal-Bayern merece un titular aparte, sería «a los gigantes se les respeta». Se hacían porras sobre la goleada que lograría un equipo joven, exquisito y pujante que lidera la Premier League por encima de Liverpool y City, sobre un oponente decrépito que arrastra los pies a 16 puntos del Leverkusen en la Bundesliga. Pero la vieja Copa de Europa tiene sus códigos (que se lo pregunten a esos rivales del Real Madrid que tantas veces han 'merecido ganar') y los equipos históricos suelen encontrarlos por mucho que las nuevas generaciones releven a quienes tocaron la gloria. El Bayern, con apenas dos tiros a puerta, puso una 'X' donde todos vaticinaron un '1' fijo.