Para ganar hay que quererlo...

Diego Izco
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La voracidad que presenta hoy el Barcelona contrasta con la imagen mezquina del Atlético, un equipo diseñado para el espectáculo que sigue 'cholista' ] Otra victoria burocrática de un Madrid, que llora a Carvajal

Para ganar hay que quererlo... - Foto: AFP7 vía Europa Press

La diferencia entre el Barça y el resto de candidatos de esta Liga, al menos por el momento, está en la actitud sobre el césped. Exceptuando el tropiezo de Pamplona, el Barcelona es un equipo que arranca los partidos enganchando al rival de la solapa, le grita al oído «¡Tengo hambre!» y lo devora. En Vitoria, donde el Alavés se había hecho fuerte (solo un gol encajado), ya había hecho tres tantos en media hora. Cuatro, realmente, pero uno fue anulado. Ese hambre lo mismo está en boca de un niño de 17 años (Yamal), un renacido de 27 (Raphinha) o un 'señor' de 36 (Lewandowski), todavía con ganas de demostrar por qué ha sido (es) uno de los mejores 'nueves' en la historia del fútbol moderno.  

Mediocre

Por contraste, el Atlético de Madrid arrancó el partido igual... pero después volvió a abrazar la parte más gris y vulgar del 'cholismo', esa que agarra los 1-0 como Gollum el anillo, «no vaya a ser que buscando el 2-0 nos hagan el empate». Marcó sin que se hubiera cumplido el primer minuto en una combinación de lujo, demostrando que sabe atacar y tiene equipo de sobra para menear la pelota con arte y dar espectáculo. Pero juega con un manual cicatero, eminentemente defensivo y 'amarrategui', y terminó castigado (1-1) a siete puntos del liderato en una semana de dos empates y una derrota (4-0) en Europa. Simeone tiene otorgado crédito infinito, pero algunos de sus más firmes creyentes ya van apostatando. 

Gris

El Real Madrid va ganando partidos como perfectamente podría ir sellando impresos y formularios: mera burocracia. Suma de tres en tres, pero salvo contadas excepciones siempre subyace la sensación de que el rival está cerca del empate, cuando no de la victoria. Pero como esto no sucede, los blancos cuentan sus duelos como días en la oficina. Ver, fichar, ganar. Sin brillo. No engancha, y, además, debe lamentar lesiones tan severas como la de Carvajal, de los pocos que metía 'espíritu' en un Madrid plano y gris.