Durante todo el mes de abril y estos primeros días de mayo se han formado las parejas de aguiluchos en los campos cerealistas de la Meseta. Es época de celo. Machos y hembras se muestran muy activos. Momento que aprovechan agricultores y voluntarios ambientalistas para identificar las zonas de nidificación, entre trigos, cebadas o avenas. Los pollos nacerán en esos nidos a ras de suelo justo en la época de cosecha y aún no habrán volado cuando se empaque la paja. Dos actividades veraniegas fundamentales en la agricultura que pone en peligro a estas aves rapaces y que, por cuarto año consecutivo, un proyecto de la Asociación para la Conservación y Estudio de la Naturaleza (ACENVA) trata de poner remedio para compatibilizar la actividad agraria con la conservación de esta especie.
El presidente de ACENVA, Jesús Colás destaca que «el proyecto Aguiluchos es un paso importante hacia la armonización entre la actividad agrícola y la protección de la biodiversidad». Subraya la complejidad de esta tarea, que implica «entender las necesidades de las aves rapaces y simultáneamente respetar los ciclos agrícolas».
Durante estos días los voluntarios de la asociación salen al campo para localizar a los aguiluchos. «Observamos vuelos de celo, marcaje de territorios y otros comportamientos que nos indican la presencia de estas aves», explica Colás. Los agricultores que se involucran en el proyecto hacen lo propio para poner en aviso a la asociación. En algunos casos el nido no se observa hasta cuando se está cosechando, incluso por la noche, como ha ocurrido en alguna ocasión.
La implicación del campo en conservar los aguiluchos«Ahora la labor de identificación es complicada, pero según avanza la época de reproducción es más fácil. Vemos como hay un punto donde sale la hembra volando y el macho entra con cebas para alimentar a los pollos. Hay que echarle horas y trabajo de campo para tener indicios claros de dónde se encuentra el nido», explica Colás.
aguilucho cenizo. El proyecto se centra en la detección de parejas de aguiluchos cenizo, la especie predominante que viene desde África para criar aquí, pero también de aguiluchos pálido y lagunero (ambas residentes todo el año). Eligen los campos de cereal al no tener muchas más alternativas y los propios agricultores están acostumbrados a distinguir los machos, blancos y grises, de las hembras, marrones oscuros.
Justo antes de la cosecha se señaliza el nido o incluso se valla el perímetro para que los pollos, que aún no pueden volar, no salgan corriendo con el ruido de las máquinas impidiendo así que mueran atropellados.
Aún así, al anidar en el suelo, la mortalidad natural es muy alta, por lo que alrededor del 50% de las aves jóvenes no sobreviven el primer año de vida. Pero los resultados del proyecto han sido alentadores en los últimos años. En 2023, se controlaron alrededor de 80 nidos y se logró el vuelo exitoso de aproximadamente 130 pollos solo en la provincia de Valladolid. Además del éxito en la protección de los nidos, se ha reconocido públicamente la colaboración de 55 agricultores involucrados en el programa. «Vemos un aumento en la participación de los agricultores y un mayor compromiso con la conservación de estas especies», destaca Colás.
El proyecto Aguiluchos, puesto en marcha por ACENVA y el Grupo de Acción Local Zona Centro de Valladolid, es un claro ejemplo de compatibilizar la conservación de la biodiversidad con la actividad agraria aunque, lamenta Colás, «se está viendo un declive generalizado de las aves comunes ligadas a los medios agrarios». Lo ideal, a su juicio, sería «que estas aves encontrasen fácilmente refugios naturales como barbechos naturalizados», apunta.
En última instancia, la colaboración entre agricultores y conservacionistas demuestra que es posible encontrar soluciones para proteger la naturaleza mientras se promueve la sostenibilidad agrícola. Los interesados en participar en el proyecto pueden ponerse en contacto con ACENVA a través de su correo electrónico o redes sociales.