Osasuna ofreció una imagen radicalmente opuesta a la mostrada días atrás en el partido que ganó al Mallorca. Vicente Moreno optó por hacer cambios en el once, dando entrada a Juan Cruz y a Nacho Vidal en los costados, además de Moi Gómez en la medular. Unos cambios que no se tradujeron en la imagen que quería dar el equipo, pues desde un principio fue el Girona el único conjunto que se veía en el campo.
La posesión de la pelota era local por completo, con un Osasuna hundido en campo propio. Además, cada vez que los navarros recuperaban el balón, las pérdidas eran constantes y eso permitía al cuadro catalán acumular acciones de peligro. De hecho, Sergio Herrera realizó una gran parada en el minuto 23 tras una pérdida en la frontal que Bryan Gil casi aprovechó. Y fue el ex del Eibar, Bryan Gil, quien abría el marcador cumplida la media hora de partido. El 1-0 vino a los 34 minutos en un centro pasado al segundo palo que Nacho Vidal no pudo interceptar, siendo Bryan Gil quien metió la pierna en el último instante para marcar por el palo corto de Herrera. El 2-0 estaría cerca de llegar antes del descanso, con un remate de cabeza dentro del área, sin oposición, que Abel Ruiz mandó por encima del larguero. Con ese susto se llegaría al descanso.
Ya en la segunda parte Osasuna estiró líneas, pero nunca dio sensación de peligro. Además, con el paso de los minutos el equipo se fue apagando y eso lo aprovechó el Girona, que jugaba a placer. Tsygankov hizo el 2-0 en el minuto 53 y tres minutos después Abel Ruiz convertía un gran gol (3-0) que terminó por sentenciar el partido. En esa tesitura Vicente Moreno daría entrada a jugadores de ataque como Pablo Ibáñez, Iker Benito o Raúl García, pero Osasuna siguió sin presencia en campo rival.
El Girona continuaba jugando a placer y tras una ruptura por banda diestra, un balón raso al interior del área lo remataba Stuani logrando el 4-0 en el 89 de juego. El colegiado añadió seis minutos más de agonía para los de Pamplona, que acabaron escuchando el pitido final para alegría de una afición rojilla que no creía la imagen dada por los suyos.