Aunque hayan pasado ya 20 años, Alejandro Benito recuerda como si fuera ayer uno de los episodios más negros de la historia reciente del país.

El 11 de marzo de 2004 su hermano, Rodolfo viajaba en uno de los trenes que explotó en Madrid. Se dirigía al trabajo cuando el artefacto estalló en el vagón en el que se encontraba cuando pasaba por la estación de Santa Eugenia.

Alejandro compartía ese trayecto con su hermano todos los días. Ese jueves ya no iba con él porque había cambiado de trabajo. Desde el momento de lo ocurrido, tanto él como su familia, supieron que querían mantener viva la historia de Rodrolfo. Hoy participa en las terceras jornadas contar el terror organizadas por la Universidad de Navarra. En ellas pone de manifiesto la importancia de que las nuevas generaciones conozcan lo que ocurrió. Historias que se cuentan por centenares, ya que los atentados del 11 M dejaron 193 víctimas mortales y alrededor de 2.000 heridos.

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