El 16 de enero de 2023, la mafia italiana sufría un severo revés: la detención del capo de la Cosa Nostra, Matteo Messina Denaro, mientras acudía a una consulta médica para tratarse de un cáncer terminal. Meses después, vivió un nuevo golpe: la muerte del dirigente, cuyo poder era tal que las autoridades estaban convencidas de que seguía dirigiendo la organización criminal a pesar de su grave enfermedad.
Messina había conseguido permanecer en paradero desconocido durante 30 años después de ser condenado a cadena perpetua por ser uno de los organizadores de los atentados contra los jueces Giovanni Falcone, en mayo de 1992, y Paolo Borselino, en julio de ese mismo año. Considerado uno de los capos más sanguinarios -tal vez solo por detrás del mítico Totto Riina-, entre sus crímenes más atroces está el secuestro y muerte de Giuseppe Di Matteo, un niño de 12 años, hijo de un arrepentido al que la Cosa Nostra mantuvo cautivo durante dos años hasta que lo mató metiéndole en ácido.
De hecho, existe una frase que él mismo pronunciaba y que es toda una declaración de intenciones: «Puedo llenar un cementerio con toda la gente que asesiné». Y, no en vano, a su espalda cargaba más de un centenar de fallecidos, así como numerosos atentados y secuestros.
Su muerte dejó huérfano a un imperio que lideró desde 1993, pero que, según los expertos en seguridad de Italia, «sigue vivo y todavía es fuerte», a pesar del severo varapalo que la pérdida de su capo di tutti capi supuso. Porque este deceso, más allá de suponer el final de una era -como también fue el fallecimiento de Riina o de otros grandes padrinos como Bernardo Provenzano-, deja muchas incógnitas: los secretos que Messina se llevó a la tumba sobre, por ejemplo, los políticos y empresarios que formaban parte de su red de negocios corruptos.
El gran desafío del Estado italiano es evitar la reorganización de la Cosa Nostra, pero, a diferencia de lo que ocurre en otros clanes mafiosos, este grupo no se caracteriza por las guerras internas, sino por el consenso a la hora de elegir al que será su nuevo líder, que ya podría haber sido designado.
Amplio abanico
La lista de candidatos la encabeza Giovanni Motisi, de 61 años, prófugo de la Justicia desde 1998 y considerado el sicario de confianza de Riina. También se incluye a Stefano Fidanzati, un capo de la droga de 70 años miembro de la aristocracia mafiosa de Palermo. Otro nombre que suena es el de Michele Greco, sobrino y homónimo del mafioso apodado u'Papa, aunque tampoco se descarta que se apueste por la veteranía de Settimo Mineo, el capo siciliano más anciano, de 85 años, pero que ya en su momento, después de la muerte de Riina en 2007, fue señalado como su heredero natural, aunque finalmente fue Messina quien ocupó el cargo.
En el caso de apostar por aires renovados, suena Giuseppe Auteri, apodado El Bandeja, de 49 años, que fue un estrecho colaborador de Messina Denaro durante sus últimos años de encierro, y Sandro Capizzi, de 42 años, hijo de Benedetto, jefe del clan de Santa Maria di Gesú y considerado uno de los más escorados a retomar la actividad sanguinaria.
Y una sorpresa también entra en las apuestas: Patrizia Messina Denaro, hermana del último padrino conocido, podría ponerse al frente de la organización este mismo año, cuando saldrá de la cárcel tras cumplir 14 años de condena.
En cualquier caso, quien suceda al difunto capo tendrá una tarea inmediata: recomponer a la Cosa Nostra para que pueda mantener su actividad. Es más, se teme que el nuevo líder pueda dar un giro y orientarla a una acción más sanguinaria, sobre todo teniendo en cuenta la influencia que ha perdido en los últimos años frente a la 'Ndrangueta calabresa, que se ha convertido, sin duda, en la red mafiosa más poderosa de Italia a base de extorsiones y pocos crímenes. Tal vez por eso, la Cosa Nostra tendrá que distanciarse de su vecina con una actividad más dedicada a la violencia.
De hecho, el último informe de la Dirección Antimafia (DIA) apunta a que, por el momento, la organización siciliana continúa con sus actividades criminales «infiltrándose en el tejido económico legal», es decir, corrompiendo a los políticos y empresarios, o el tráfico de estupefacientes, si bien «cambiará de orientación» una vez que encuentre «a un nuevo jefe». Y será entonces cuando la Cosa Nostra comience a resurgir y, quién sabe, si recuperará su poder anterior.