El ¿pacífico? desarme de Hizbulá

EFE
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En medio de una tregua ya casi inexistente con Israel, el Líbano maniobra para que la milicia cese su actividad a través del diálogo, ya que de hacerlo por la fuerza crecería el temor a otra guerra civil

El ¿pacífico? desarme de Hizbulá

El posible desarme de Hizbulá en El Líbano está poniendo a prueba el frágil equilibrio del poder en la región. Mientras el presidente del país, Joseph Aoun, espera alcanzar a través de un pacífico diálogo el cese de la actividad militar por parte de la milicia, otros sectores lo consideran una amenaza a la resistencia frente a Israel. Todo entre miedos a que otro tipo de estrategia pueda llevar a una guerra civil y en medio de una creciente presión por parte de Washington y Tel Aviv.
Tras más de cuatro meses de teórico alto el fuego con la nación hebrea y ya habiéndose desplegado el Ejército libanés en casi toda la zona fronteriza en sustitución de Hizbulá, en las últimas semanas ha crecido la tensión para implementar el gran paso que de verdad limitaría las armas a las manos del Estado: el desarme del movimiento chiita.
Estas son algunas claves para entender las complejidades que envuelven el asunto:

1. 'La gente, el Ejército y la Resistencia'

Hizbulá es la única milicia que no se desarmó al calor del Acuerdo de Taif, que puso fin a la guerra civil libanesa (1975-1990) y que estipulaba la disolución de «todas» las facciones, si bien respaldaba cualquier «medida necesaria» para acabar con la invasión israelí aún en marcha a la consecución del pacto.
Creada en 1982 para enfrentar la presencia judía en El Líbano, la formación mantuvo su rama armada hasta la actualidad ergotizada en el emblema La gente, el Ejército y la Resistencia, con el que se justifica como parte de las fuerzas de defensa del país sin estar integrada en las filas estatales.

2. Miedo al caos

Los llamados a poner fin a un armamento considerado ilegal se remontan a casi tres décadas atrás, sobre todo por parte de partidos cristianos rivales, pero Beirut vive en un juego perpetuo de equilibrios para evitar que cualquier roce pueda derivar en un conflicto interno entre sus fragmentadas comunidades.
En 2008, un intento del Gobierno de tumbar el sistema de telecomunicaciones de Hizbulá acabó con sus combatientes tomando parte de la capital entre mortales enfrentamientos con hombres armados progubernamentales sunitas.
Preguntada por los temores a una nueva guerra civil si se trata de desarmar al grupo chiita por la fuerza, la enviada especial adjunta de Estados Unidos para Oriente Próximo, Morgan Ortagus, zanjó hace unos días al canal saudí Al Arabiya: «Hemos estado escuchando eso durante 20 años, cuando tienes cáncer no tratas solo una parte de la enfermedad en tu cuerpo».

3. Estados unidos e Irán

La Casa Blanca demanda un desarme a la mayor brevedad, tal y como trasladó Ortagus a las autoridades libanesas durante una visita a Beirut hace dos semanas coincidiendo con una intensificación de los ataques de Israel, entre ellos los primeros contra la capital desde el cese de hostilidades.
Después de que la Administración de Joe Biden lograra mediar en el alto el fuego, la de Donald Trump le ha tomado el relevo con renovadas presiones sobre El Líbano para su implementación y, en paralelo, ha lanzado un ultimátum más amplio a Irán, mecenas de Hizbulá, para frenar su programa nuclear. Por el momento, las negociaciones sobre este tema -iniciadas el pasado sábado- parecen haberse traducido en un «paso adelante».

4. Apuesta por la palabra

Tanto el presidente libanés como el primer ministro, Nawaf Salam, llegaron al poder el pasado enero con la convicción de que es hora de confinar las armas exclusivamente a las manos de las Fuerzas Armadas, pero no fue hasta el 7 de abril cuando Aoun dio pistas sobre cómo pretenden abordar el desarme.
«No hay lugar para ninguna arma ni para grupos armados, excepto en el marco del Estado. Los problemas se resuelven a través de la comunicación y el diálogo, ya que al final Hizbulá es un componente libanés», anunció el dirigente.
El canal Al Jadeed informó de un supuesto entendimiento entre la Presidencia y la milicia para que el asunto sea tratado como parte de una estrategia nacional, una vez Israel se retire de las cinco áreas del país que aún ocupa en el sur y cese sus ataques contra Beirut.

5. ¿Qué queda en manos de la facción?

Se cree que Hizbulá perdió la mayor parte de su arsenal durante la guerra, al tiempo que también se quedó sin sus vías de abastecimiento terrestre a través de Siria con el derrocamiento del régimen de Bachar al Asad apenas unos días después de entrar en vigor el alto el fuego en El Líbano.
Tanto el movimiento como el Gobierno han salido a negar que esté utilizando el puerto de Beirut como alternativa para recibir armas.
De deponerlas, se da por sentado que continuará como ente político, con ministros en el Gobierno, aunque queda por ver si su «Estado dentro de un Estado» continuaría a niveles como proveer servicios a la población en sus bastiones.