El mundo está embarcado en una carrera por encontrar vida en Marte, ya sea a través del agua que pudiera acumularse, por el hallazgo de ciertas moléculas biológicas, o por algún tipo de evidencia que corrobore que en algún momento de su existencia desde su formación hace 3.500 millones de años el planeta rojo tuvo o tiene vida.
Por el momento, se sabe que Marte no es solo óxido de hierro, que es lo que le da ese aspecto rojizo, sino que también es húmedo, como demostró el pasado año un grupo de científicos, que analizaron numerosos datos de la sonda Mars Insight Lander de la NASA -que aterrizó en 2018- y que según sus hipótesis existe una reserva de agua líquida en las profundidades de la corteza rocosa del astro. De ser así, esa posibilidad abriría la puerta a una vida subterránea.
Ahora, además de EEUU, Europa se ha tomado muy en serio volver a Marte para encontrar vida, pero está vez en solitario. Con instrumentos propios y tecnología made in the UE, la Agencia Espacial Europea (ESA) regresará al planeta rojo para perforar el subsuelo y obtener muestras que han estado preservadas de la radiación exterior durante millones de años. Sin embargo, el proyecto europeo aún dependerá de la NASA en importantes contribuciones al programa, como el servicio de lanzamiento y algunos elementos del sistema de propulsión necesarios para el aterrizaje.
La misión Rosalind Franklin de la UE -nombre con el que se bautizó el rover que explorará el suelo y el subsuelo marciano- forma parte de un programa más extenso de la ESA que trata de encontrar trazas de vida en Marte y que se complementa con el proyecto Trace Gas Orbiter, que se lanzó en 2016 para disponer de un inventario detallado de gases atmosféricos en el planeta.
La ESA subraya que el vehículo Rosalind Franklin (nombre de la química británica cuya labor fue fundamental para descubrir la estructura del ADN) tendrá un potencial científico «único» para buscar evidencias de vida gracias a su taladro y a sus instrumentos, que le permitirán perforar hasta dos metros de profundidad y obtener muestras que han estado protegidas de la radiación solar y de las temperaturas extremas, y analizarlas allí mismo gracias al laboratorio portátil que llevará el robot.
El lanzamiento de la primera nave, la ExoMars, estaba programado para 2022, pero la invasión rusa de Ucrania motivó que se interrumpiera la colaboración con la agencia espacial rusa Roscosmos, lo que obligó a la ESA a reorganizar y reorientar la misión, y se fijó la primera ventana de lanzamiento para 2028 (cuando la Tierra y Marte estarán alineados de manera óptima) con intención de llegar al planeta en 2030.
Récord de excavación
Una de las novedades del nuevo rover europeo en comparación con otros vehículos exploradores que han llegado a Marte es su posibilidad de perforar hasta dos metros, lo que determinará poder encontrar vida, pasada o actual, en el planeta.
Este novedoso instrumento, según relata el investigador del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) Andoni Gaizka, comenzó a desarrollarse en 2007 e iba a ser la primera vez que se utilizara la tecnología denominada Raman (una técnica pionera para obtener información sobre la estructura y la composición de los materiales) en una misión espacial, aunque los sucesivos retrasos que ha sufrido este programa motivaron que se adelantara el rover Perseverance, que envió la NASA en 2020.
El científico del INTA valora la posibilidad de extraer y analizar muestras que no han estado expuestas a la fuerte radiación de Marte, y detalla que en la zona donde está previsto el aterrizaje había agua hace unos 2.000 millones de años -la misma época en la que apareció la vida en la Tierra-, por lo que las pruebas que se podrían conseguir estarían «muy bien preservadas» de las partículas exteriores y revelar, de una forma definitiva, trazas de vida antigua o presente.
Su predecesor
Antes de la misión Rosalind Franklin, la ESA tenía programada la ExoMars, cuyo objetivo era buscar evidencias biológicas o geológicas de vida en Marte, que fue finalmente anulada en 2022.
Aunque en principio tenía previsto su lanzamiento en 2018, este fue pospuesto para el verano de 2020 y luego se volvió a retrasar otros dos años. No obstante, la situación geopolítica mundial obligó a abortar el proyecto europeo.
Ahora, será el rover Rosalind Franklin el encargado de evidenciar esas pruebas de vida en el planeta rojo. Un vehículo más moderno y versátil que el ExoMars y que incorpora tres tecnologías diferentes de análisis de muestras.
La nueva misión recuperará uno de los objetivos originales de la ExoMars: crear una capacidad europea independiente para acceder a la superficie de Marte con una carga útil robótica sofisticada.
El nuevo rover de la ESA tiene capacidades de perforación únicas y un laboratorio científico a bordo que no tiene rival en ninguna otra misión en desarrollo, destacan orgullosos los científicos de la Unión Europea.