Lo suyo no son las medias tintas. Nunca lo han sido. El ruso Pável Dúrov ha logrado irritar por igual al Kremlin y a Occidente con su actitud libertaria a la hora de negarse a colaborar con las autoridades sea para combatir la disensión política o el extremismo.
Residente en Dubái, donde tiene su sede Telegram, tiene también la nacionalidad francesa y de los Emiratos Árabes Unidos (EAU).
Desde siempre ha tenido las ideas claras: «La humanidad necesita una plataforma neutral como Telegram que respeta la vida privada y la libertad de las personas (...) En realidad, no importa si Telegram es usada por la oposición o el partido en el poder. Las reglas son iguales para todas las partes. De esa forma, somos imparciales», aseguró en una reciente entrevista.
Su plataforma roza ya los 1.000 millones de usuarios mensuales (350.000 nuevos clientes se apuntan diariamente), lo que la convierte en una herramienta de alcance global.
«Quiero ser un tótem de internet», le dijo a su profesor al graduarse en un elitista liceo de San Petersburgo. Su primer paso en el mundo digital lo dio al ingresar en la facultad de Filología Inglesa de la antigua capital zarista. Creó una biblioteca virtual con los trabajos de los estudiantes para que estos pudieran ser consultados por otros alumnos (Durov.com).
En 2006, fundó Vkontakte, el Facebook ruso, que se convirtió rápidamente allí en la principal red social, lo que llamó la atención del Kremlin, presidido por un hombre de la era analógica como Putin, que recela especialmente de internet.
Dúrov, que a sus 39 años no tiene una ideología definida, ha denunciado presiones políticas, aunque también de otros gigantes como Google o Apple. Se enorgullece tanto de su independencia -considera que Telegram es una aplicación universal y se niega a que le relacionen con Rusia- como del hecho de que su aplicación sea utilizada por el poder y la oposición desde Hong Kong a Bielorrusia.