La vulnerabilidad, el peso de la culpa y la necesidad de volver a empezar vertebran la primera novela para el público adulto de Mónica de Cristóbal, también abogada en ejercicio, que sorprende con un estilo magnífico, sencillo y efectivo, sin miedo alguno a la reflexión.
Lo hace a través de Con la luz encendida (NdeNovela), una obra que se sustenta en dos ingredientes fundamentales: una gran protagonista en crisis y un hecho delictivo con un conmovedor e inesperado trasfondo.
Tras el fallecimiento de su marido, Celia Fuertes se enfrenta a la difícil tarea de criar sola a sus tres hijos mientras sigue adelante con su carrera profesional como abogada en ejercicio. A pesar de la carga de responsabilidad por tener que atender a su familia y a su bufete, decide continuar y volcarse en el trabajo para superar el duelo.
Es entonces cuando, durante una guardia del turno de oficio, cae en sus manos el caso más difícil con el que se ha topado: una mujer inmigrante es acusada del asesinato de sus dos hijos. No hay más sospechosos, no hay pruebas que puedan incriminar a otra persona, pero no quiere ninguna defensa; y Celia siente que hay bondad y amor en esa mujer, que parece haber tirado la toalla.
Todo ello, junto con el misterio que rodea su vida y su negativa a hablar, lleva a la abogada a obsesionarse por el caso e intentar encontrar una explicación a lo ocurrido. ¿Qué se esconde tras el silencio de la investigada? ¿Por qué no quiere colaborar? ¿Qué le ha llevado a cometer tal atrocidad?
Una trama con distintas historias que confluyen hacia un final inesperado y sorprendente, donde la justicia no puede (o no sabe) llegar. Un relato sobre dos madres enfrentadas a sus miedos. Y un acto de amor puro.
Mónica de Cristóbal bucea más allá de lo aparente, sin quedarse en la superficie del trágico y morboso suceso, para incidir en la crisis personal de su defensora y en los motivos de la presunta homicida.
Una 'superwoman'
Respecto a esta última, la autora logra despertar sentimientos encontrados en los lectores, al igual que los que tiene Celia. Junto con la trama y el estilo narrativo, ella es uno de los puntos fuertes del libro. Es una mujer que ha sufrido y que sufre, que hace todo lo que puede para reponerse, pero que se niega a caer en la autocompasión. Pasa por varias etapas relacionadas con el duelo y comienza a liberarse de la culpa, la misma que la ahoga en su papel de madre, esposa y profesional. Vive, como muchas, el síndrome de la superwoman.
Este afán de perfección aglutina uno de los temas más destacables de la obra y sobre el que muchas lectoras se sentirán identificadas. La protagonista, que no llega a todo, siente que no hace nada bien. La eterna frustración y el agotamiento emocional la atrapan en un círculo vicioso del que es casi imposible salir. Celia encarna el mal de las mujeres del siglo XXI, mientras que Zuima, una inmigrante con un pasado cruel, puede llegar a ser tan culpable como víctima de sus miedos y circunstancias.
En ese sentido, la narrativa de la autora recuerda a Isabel Allende a la hora de tratar el universo femenino y la situación de vulnerabilidad de la mujer en la sociedad. Pero también evoca a Lucia Berlin en su relato descarnado y sincero, a la vez que sensible y tierno.