"Seguimos pagando las consecuencias de la crisis de 2008"

Javier Villahizán (SPC)
-

El periodista se adentra con 'Días salvajes' en una ficción con grandes dosis de realidad para mostrar a bocajarro una historia social plagada de 'buenos' y 'malos' en plena burbuja económica y conocer si el límite de la justicia es la venganza

"Seguimos pagando las consecuencias de la crisis de 2008" - Foto: Javier Ocaña

Intuitiva, descarnada y sublime. Días salvajes (Planeta, 2024), de David Jiménez (Barcelona, 1971), es una conmovedora novela sobre el duelo, la culpa, la amistad y la lucha contra el olvido, y también un retrato crudo y directo sobre aquella España eufórica de los años 2000. Una novela que ofrece lo mejor y lo peor del ser humano.

Días salvajes está ambientada en la década de los 2000, ¿realmente fueron unos años tan locos como describe en el libro?

Ubico Días salvajes en todo aquel disparate de excesos en el que nos metimos y que hemos arrastrado hasta hoy. Se trata de una novela de pura ficción pero inspirada en la realidad de aquel momento.

Elige a dos perfiles opuestos, de entornos completamente contrapuestos, para retratar esos excesos.

La novela retrata a dos familias muy dispares, los Zabala, que vienen de la élite bancaria y son el top de la sociedad, y los Delgado, que viven en unos de los barrios más deprimidos de la capital. Bosco es un heredero millonario que provoca un accidente kamikaze tras una noche de fiesta desbocada. 

El trasfondo de la novela es ¿qué haría el lector si tuviera un hijo que comete un error fatal?, ¿le intentaría salvar o le dejaría caer? ¿Hasta qué punto estaríamos dispuestos a hacer cosas que no imaginábamos? 

¿Hasta qué punto el ser humano tiende a saltarse la ley? ¿Hay personas que se sienten por encima del bien y del mal? 

En todo el mundo siempre me he encontrado con élites que tienden a creerse intocables y que se creían que estaban por encima de todo. 

En las sociedades más justas eso se iguala a través de la justicia, por medio de medidas que toman los gobiernos, y también a través de una educación que hace que todos partamos de la misma linea de salida. En las sociedades más injustas, una pequeña élite está por encima del resto e impera la impunidad.

En Días salvajes hay una especie de trama política en la que se ve que hay gente más influyente que dispone de ciertos mecanismos para saltarse muchas veces las reglas. 

¿Siempre existen resquicios por los que el poderoso puede salvarse, cómo relata en la novela?

Cuando en la sociedad se percibe que unos pocos están por encima de la ley o pueden librarse de las consecuencias de sus actos, esto genera resentimiento y crispa a la sociedad.

En el caso de la novela, estamos en una época en la que España estaba en un boom económico y hubo un momento en que daba la sensación de que todos ganábamos, pero la realidad no era así, la realidad es que siempre les fue mucho mejor a una parte de la sociedad.  

Todavía hoy seguimos pagando las consecuencias de la crisis financiera de 2008 y la manera injusta en la que fue resuelta.

¿Qué hemos aprendido de aquello?

Es curioso, pero no hemos aprendido de los errores de aquella época. Da la sensación de que hemos vuelto a hacer exactamente lo mismo que hacíamos entonces. Y eso que sabemos que eso suele acabar mal. 

¿Se podría repetir?

Si al momento actual le unes una polarización política tan estresante, en la que da la sensación de que hemos vuelto a la tribu y cada uno hemos tomado una trinchera en donde no queremos escuchar al otro, creo que España se ha convertido en un país en el que es casi imposible dialogar sobre nada. 

¿Hacia dónde nos dirigimos con esta polarización tan extrema?

En 30 años que llevo ejerciendo el periodismo nunca sentí que el mundo estuviera en una situación de mayor peligro que hoy. La polarización, el auge de los extremismos, el autoritarismo emergiendo en tantos lugares, el deterioro de nuestras democracias, unido a los conflictos, la desinformación, la mentira, me lleva a ser pesimista.

En el libro hace varias valoraciones sobre el dinero, ¿cree que lo resuelve todo?

El dinero da poder, influencia y sobre todo impunidad. Tener mucho dinero, protege. Pero en la familia rica que protagoniza una parte de la novela también queda muy claro que todo eso no da la felicidad.

¿Es cierto que todos tenemos un precio?

Me gustaría una sociedad en la que aquellos que pueden permitirse no venderse no lo hagan. Estamos ante un momento de fractura moral, donde los principios han sido aparcados y lo único que cuenta es el interés personal. Hace falta más coraje moral, es decir, tomar aquellas decisiones que uno cree correctas. 

¿Cómo son esos despachos del poder que deja traslucir en el libro?

Tuve la oportunidad de conocer el mundo del poder cuando fui director de El Mundo, ahí aprendí los mecanismos que tienen para influir muchas veces desde la sombra. Y la conclusión a la que llegue es que al final son un centenar de personas las que dirigen los destinos del país. 

¿Qué opina del periodismo? ¿Hacia dónde va la comunicación?

Vienen cambios radicales y, sin embargo, en la esencia misma del periodismo, que es contar la verdad, nada va a cambiar. 

 

ARCHIVADO EN: Novela, España, Barcelona, Justicia