Un borrón, uno solo, persigue a Carlo Ancelotti a pesar de todos sus récords, logros, fama, habilidad para gestionar grupos, palmarés, reconocimientos, respeto de sus iguales… En una trayectoria de casi tres décadas en los banquillos, aquella salida de Múnich es el 'buitre' que sobrevuela sobre su cabeza: un 28 de septiembre de 2017, con apenas un mes de competición, fue despedido del Bayern. Los pesos pesados del equipo (Müller, Hummels, Robben, Neuer, Ribery y compañía) dejaron caer en varias entrevistas que trabajaban poco con 'Carletto' y que el banquillo no les aportaba soluciones tácticas si los partidos se torcían. Sonó ventajista después de haber ganado la Bundesliga 16/17 con el italiano y de que solo hubieran pasado 10 jornadas, pero esos 'rumores' que ya circularon por Madrid en su primera etapa en el Bernabéu (2013-2015) y en el PSG (2011-2013) tomaban cuerpo en Alemania.
Su figura languidecía tras la salida abrupta de Múnich y dos experiencias de año y medio en Nápoles y Everton, pero el regreso a Madrid devolvió los focos sobre el estratega de Reggiolo: el doblete Liga-Champions de 2022 le otorgó carisma y estatus de hacedor de 'milagros', y el mismo doblete del pasado curso agigantó su leyenda.
Sin embargo, un comienzo de curso errático ha bastado para cuestionarlo todo de nuevo. Las dos mayores críticas recibidas en Alemania han regresado a la primera línea del debate. «Trabajamos poco», decían los Müller y compañía… y es de las frases más repetidas para justificar el 0-4 del Barça: todos sabían cómo iba a plantear Flick el duelo, con la línea defensiva muy adelantada, y todos estaban expectantes por ver qué hacían los dos futbolistas más letales del mundo al espacio, Vinícius y Mbappé. Los 12 fueras de juego en que incurrió el equipo (ocho del francés) describen un partido muy poco trabajado.
«No encontramos soluciones tácticas», la otra frase, es perfecta para describir la media hora final, en la que el Barcelona agilizó su sala de máquinas (las salidas de De Jong o Dani Olmo hicieron vibrar el mediocampo) y no hubo respuesta desde el banquillo. Los azulgrana atacaban casi a placer, y Lewandowski perdonó otras dos ocasiones clarísimas para haber firmado una goleada de escándalo.
En una semana sin encuentros 'intermedios', el madridismo ha rumiado con amargura la goleada, sellada el pasado lunes con la 'no-coronación' de Vinícius en el Balón de Oro y la criticada ausencia blanca de la gala. La frase de Ancelotti tras el partido («Hay problemas que tenemos que resolver») apunta en todas direcciones:
El dibujo
La fluidez entre el 4-3-3 y el 4-4-2 ha desaparecido. 'Carletto' no da con la tecla. Este curso incluso ha probado con doble pivote y Mbappé en punta (4-2-3-1), y en los últimos tres choques ha experimentado con tres dibujos diferentes: 4-4-2 en el clásico, 4-3-3 ante el Dortmund y una especie de 3-4-1-2 (con Tchouaméni incrustado entre los centrales) en Vigo. Los propios jugadores parecen desubicados.
¿Y Jude?
De todos ellos, el más 'perdido' parece Bellingham. La pasada campaña, Ancelotti logró acoplarle inmediatamente al engranaje del equipo: libertad para jugar de mediapunta en ataque y cerrando el flanco izquierdo del mediocampo en defensa. El Madrid obtuvo un resultado inmediato (17 goles en sus 20 primeros partidos de blanco). Este curso, pululando entre el centro y la derecha, no se 'encuentra'. Ante el Barça apenas intentó 15 pases. Y aún no ha marcado esta campaña (tres asistencias en 969 minutos).
Sin organizador
Si la sociedad 'Vinícius-Mbappé' sigue sin funcionar (ambos son plenamente felices en el mismo lugar del campo), la ausencia de un organizador tras la salida de Kroos lastra el fútbol del equipo. Con Tchouaméni descartado como 'batuta', Valverde y Camavinga no encajan en el papel. El uruguayo ha sido esta temporada interior, doble pivote, 'ancla' único y hasta volante derecho; en el clásico apenas intervino en 51 ocasiones y falló uno de cada tres pases. El francés ha sido cuatro veces titular desde su lesión: dos en el doble pivote, dos en la banda izquierda.